Promesa:

Te pido en el día solemne de mi aparición en este lugar, que sobre tal camino se levanten las estaciones del Vía Crucis …
Esta se llamará «Via dolorosa Mariana» y la recorreréis de rodillas hasta el templo … Aquí ha pasado mi santo pie y por tal privilegio te prometo:

  • los pecadores más infieles si se convertirán;
  • los consagrados encontrarán el camino;
  • los enfermos encontrarán una fuente de gracia en este camino que aceptaré ser ofrecido por sus parientes en el caso de imposibilidad grave;
  • muchos me verán en persona y yo los consolaré en sus aflicciones …» (noche entre el 16 y 17 de mayo de 1997)

Recordemos que la práctica del Vía Crucis es un remedio muy eficaz para la conversión y da un gran alivio a las almas purgantes.
“Toma, pues, tu cruz y sigue a Jesús; así entrarás en la vida eterna. Te ha precedido él mismo, llevando su cruz (cf. Jn 19, 17) y ha muerto por ti, para que también tú llevaras tu cruz y desearas ser también tú crucificado. Pues si mueres con él, vivirás con él y como él”. (Imitación de Cristo, cap. XII)

Acto de contrición

Dios mío, me arrepiento de todo corazón de todos mis pecados y los aborrezco, porque al pecar, no sólo merezco las penas establecidas por ti justamente, sino principalmente porque te ofendí, a ti sumo Bien y digno de amor por encima de todas las cosas.
Por eso propongo firmemente, con ayuda de tu gracia, no pecar más en adelante y huir de toda ocasión de pecado. Amén

“Ven, alma querida, mi dolor estará ahora sobre ti… Sígueme, en el camino hacia el Calvario y salvemos almas… Niña Mía, era una jornada calurosa la de Mi condena. Mis carnes caían todas en pedazos por tantos azotes sufridos. Mis tristes ojos al Cielo y he aquí mil…Yo los contaba. Por cada uno Mi Corazón pedía perdón, sí, perdón y bendición, porque la de ellos era inconsciencia, sí, la inconsciencia de encontrarse en un estado de bestialidad y no de humanidad. He aquí otros mil, y otros mil, todavía mil. ¡Oh! Mi Corazón chorreaba sangre más que Mis carnes. Otros mil. “Padre, Padre Mío, Tú Me mandaste para que sobre Mí recayeran los pecados del mundo”. Mira conMigo al Calvario! Mi dolor aumentaba. Me pegaban burlándose de Mí…” (13.8.93)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 1ª Estación Dolorosa Mariana

La Virgen santa, busca en la noche a su Hijo amado que será condenado a las primeras luces del alba.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

Pusieron la mirada en una zarza y en un solo instante delante de ellos el “Ecce Homo” (Aquí el Hombre).
No grité en aquel momento, ni hice sentir Mi dolor. Yo era como el Cordero conducido al matadero.
Una espina, y después otra, penetraron en Mis sienes. La sangre salía con fuerza y se coagulaba en los bordes. Mi boca estaba como un pozo en el desierto, y Yo buscaba en la muchedumbre alguien que Me quitase la sed…” (13.8.93)

“…Hija mía, siento tanto alivio en mis miembros desgarrados… sufre conmigo, vive conmigo la gran pena, así liberarás tu país (Italia) de las duras enfermedades, de las palabras blasfemas, de las espadas que siguen desgastando mi pobre Cuerpo martirizado….Ofrézcame tu voluntad. ¡Abandonate a mí!» (21.3.1994)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 2ª Estación Dolorosa Mariana

Jesús está cargado de la cruz y la Virgen santa, segundo corazón ardiente, se ofrece al Padre en unión con el Hijo.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

“…Persuádate, mi hija, ninguna criatura podría amarte como mi corazón de místico Esponsal te ama y te guarda. Dices bien que llevar mis llagas y mi cruz no son heridas ni pesas semejantes a las que el hombre procura, tropezando en las redes del pecado, en los abismos del mundo. Mis son amables sufrimientos que, imprimiéndose sobre los corazones y las almas que se ofrecen víctimas de amor por el Amor, hacen florecer fuerza, valor, fidelidad y sabiduría” (2.2.98)

“No es dramático compartir mi sufrimiento, ¡sino un amor purísimo! No es una pena aceptar que me has elegido!» (30.11.97)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 3ª Estación Dolorosa Mariana

El amable Jesùs cae por la primera vez y la Virgen santa reparará arrodillándose.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

“Hija mía, hija mía, ¡qué calvario! Ah, mis llagas y mi corazón están sangrando! Qué sufrimiento ver a mi creación sufrir hambre, enfermedades, dolores, flagelos de guerras! Yo, queridos, sangro abundantemente y a pesar de vuestra maldad, vuestras faltas, vuestro desamor hacia mí, vuestro buen Pastor es todo ojos para vosotros!
¿Cuánto tiempo más me haréis esperar viendo como espectador vuestra autodestrucción? Cuánto tiempo durará, mi creación? Oh mis ovejas, tengan piedad de su santa Madre!” (3.10.94)

“Hija, soy yo quien te sostiene y te sostendré… Yo soy el que os ama y transforma vuestras miserias en preciosas perlas. Sentis mi corazón latiendo por vosotros!… Ofréceme vuestros sacrificios… Déjate llevar!” (15.1.94)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 4ª Estación Dolorosa Mariana

Jesús encuentra a su santísima Madre que lo consuela con una mirada de amor.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

“…No te sorprendas si nuestros corazones brillan con una llama que nunca has visto… Míralos de cerca y habla de ellos, así como están unidos, ¡así juntos triunfarán!… Hija, puedes hablar del dulce misterio que narra de nuestra eterna unión…” (14.9.96)

Sí, oh, sí, no temas: yo estoy dispuesto a intervenir con la preciosa colaboración tuya para que el mundo sea sumergido en el amor de mi Misericordia. Cuánto son queridas estas lágrimas: alma mía, víctima sacerdotal, entra en las profundidades de mis santas llagas…» (27.2.98)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 5ª Estación Dolorosa Mariana

La Virgen santa busca en el mundo nuevos cireneos que conforten a Jesús con la ofrenda de sí mismos.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

“Hija mía, así llamo a cada uno ante mi suplicio para que examine su corazón, su conciencia. Yo soy la fuente del perdón y el amor, y cómo me gustaría llenar su corazón de sincera fidelidad…” (5-6.6.97)

“…Recibe, hija mía, el grito de amor y dolor que resuenan en los vacíos cielos de vuestra creación. Consolame, adorame, reparame, ámame, contemplame, vivificate en mí, y no llores, aguanta como yo aguanto…” (3.10.97)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 6ª Estación Dolorosa Mariana

La Virgen santa nos llama a imitar la caridad de la Verónica.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

“…Yo estoy contigo, hija mía; seca mi sangre con tu silenciosa reparación…” (18.7.94)

“…He aquí tu Dios, el que se sienta a la derecha del Padre, inclinarse sobre el mundo y ofrecer instrucción, sabiduría, caridad, salvación y gloria a todos los que se convertirán en siervos. No sabiduría, no riqueza sino miseria y lodo busco para devolver el brillo de la fuente bautismal…” (14.11.95)

“…Yo te revelo uno de los grandes secretos para entrar en la paz de Dios: la “caridad”. Recuerda, hija, ¡ama, ama, ama hasta el infinito a tu prójimo y perdona, perdona, perdona! Todo esto constituye renuncia y sufrimiento…” (6.11.92)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 7ª Estación Dolorosa Mariana

Jesús cae la segunda vez bajo los ojos doloridos y llorosos de su santísima Madre.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

“…Mira conMigo al Calvario: hasta allá arriba Yo debía llegar. ¡Cuántas caídas, cuántas caídas! Niña Mía, Yo Me levanté siempre, porque el Padre estaba conMigo y Me fortalecía. Todos aquellos, que volverán a levantarse de sus caídas, serán hechos Santos por el Padre Mío, que está en los Cielos…” (13.8.93)

“…El enfermo, el afligido, el ladrón arrepentido, ¡me esperan! Yo os amo; amo a todos y a todos quiero perdonar una vez más y haceros partícipes de mi gloria, preludio de la eternidad…” (7.3.98)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 8ª Estación Dolorosa Mariana

El Salvador es seguido por algunas mujeres que lloran y la Virgen santa sigue a su Hijo

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

“…No llores más, ahora escúchame. Te serenas y alégrate. Alégrate porque tus ojos ven al Dios-Hombre vivo y verdadero. Joven mía, si estás dolido es señal de que estás en el dolor de nuestros corazones santos, traicionados y humillados, crucificados y blasfemados…” (17.8.1995)

Pobres, mis hijos abandonados a su desgracia! Oh, cuánto sufro por ellos! Yo, tu místico Esposo, no podría ocultarte mi dolor. Te pregunto una vez más: ¿quieres sufrir con tu Amor no amado y ofrecer en mayor medida tus sufrimientos a tu divino Rey, para justificar* ante sus ojos el pecado del hermano enfermo?…” (6.4.98)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

* Véase la doctrina de la justificación de San Pablo.

  • 9ª Estación Dolorosa Mariana

Jesús cae de nuevo y la Virgen santa besa la tierra tres veces en señal de reparación.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

«…Ofreced a Jesús el cáliz del consuelo sin preguntar. Haced revivir a Jesús en vuestro corazón y decid: «¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, nuestro místico Esposo! ¡Ven con la Madre!» . Hijitos, repetid siempre estas palabras para que Jesús no sea abandonado solo al consuelo que yo le ofrezco» (24.5.98)

«…Desde hace demasiado tiempo sufro a causa de vuestra incomprensión y vuestra frialdad. Dejadme entrar en vuestra morada. Preparadme un templo, una enorme iglesia en vuestro corazón encogido por las fáciles ilusiones del mundo» (7.3.98).

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 10ª Estación Dolorosa Mariana

Jesús es despojado de su única vestidura y la Virgen santa ofrece su tocado para que sea envuelto alrededor del Cuerpo desnudo del Hijo.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

«…¡Extrae de los dolores de tu Esposo divino y déjate envolver por el manto de las torturas que aún me arrojan sobre mis rojas espaldas martirizadas! Yo sacaré honor de tu martirio y tú me darás gloria con las lágrimas que viertes durante las horas. Con el rostro tenso hacia mí, anularás la indiferencia…» (17.9.98)

«…¡No te cierres ante los desprecios e indecencias de los hombres! ¡Abre tus brazos y corre hacia la cruz! ¡Abrázala, acompáñala, ámala, venérala con sentimientos de reparación por las almas consagradas que merecen el infierno!…» (10.1.99)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 11ª Estación Dolorosa Mariana

Jesús es clavado en la cruz y la Virgen santa, a los pies del Hijo, implora con salmos a Dios, Padre del perdón.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

«…¡Ofrécete a mí otra vez! Hazlo más a menudo pensando en los dolores del Crucificado que has conocido y desposado…» (10.1.99)

«…La incertidumbre que se presenta como un bastón de tropiezo en vuestro camino es la herida sangrante de mi corazón. Sois libres y siempre lo seréis. Vuestra elección equivocada me mantiene constantemente clavado en la cruz. Exalta la luz de mi patíbulo con tu pasión interior…» (14.9.98)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 12ª Estación Dolorosa Mariana

Jesús entrega su espíritu al Padre después de tres horas de agonía y la Virgen María muere en su alma con su Hijo.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

«…¡El peso de mi cruz! Ahora debía convertirse en unión y fue entonces cuando lancé el grito, pero este no provenía de mi carne, sino de mi alma. ¡Toda la tierra escuchó mi acto de abandono al Padre y entonces fue sacudida! Incluso los abismos del mar y las cimas más altas de los cielos oyeron mi grito… Mis ojos ya estaban cubiertos de sangre: casi no veía… Mi corazón llamaba: “¡mamá, mamá, mamá!…”

En ese momento se estableció el acto solemne de Misericordia del Padre que estaba en mí: dar mi Mamá a todos vosotros, a través de Juan, en herencia para la eternidad. Y aún el Padre continúa honrándoos infinitamente hoy, donándoosla…» (13.8.93).

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 13ª Estación Dolorosa Mariana

El amable Redentor, depuesto de la cruz, es entregado a la Virgen Corredentora.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

 «…No fue escrito: «Sacad aguas con gozo de las fuentes de la salvación», ¿y qué son estas fuentes sino mis santas llagas abiertas y luminosas, listas para saciar a quien me lo pida?» (2.2.99).

«…Desde hoy abriré innumerables puertas para enviaros las gracias que descienden de mi costado abierto…» (1.10.98).

«…Cada instante debes orar para recibir mi bendición, que aleja el espíritu de torpor. ¡Besa la llaga de mi pie derecho y ve! ¡Medita!…» (7.11.98).

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

  • 14ª Estación Dolorosa Mariana

Jesús es depositado en el sepulcro y la Virgen santa nos señala el tabernáculo donde podemos adorarlo.

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos
– porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

«¡Ven! Acércate a mí y entra en la contemplación de mis sufrimientos. ¡Demasiados me han abandonado en la soledad y en mi santo tabernáculo, con gran intensidad, sufro! Detente, oh alma mía, consagrada mía, y escucha el lamento del divino Prisionero que se ha encadenado dulcemente para salvarte. ¡Oh, cuánto espero que vengas a mi santa Presencia! La noche, el día, horas y horas espero, suspirando esos pocos momentos que en tu frenética vida sabes donarme… ¡Oh, la perpetua adoración! Cuánta alegría me da. Todas las gracias debes pedírmelas en adoración…
Conviértanse en imitadoras fieles del ángel más radiante de mi corte: mi santísima Madre. Ella baña mi Cuerpo martirizado con sus santas lágrimas y con sus besos repara vuestras desobediencias. Entra como un ángel consolador de mi morada» (2.1.99)

Oh llagas santas y luminosas,
piedad por los hombres y las naciones del mundo.
Misericordia y piedad
oh Padre Santo
por las heridas de tu Hijo Justo.
Amén.

Canto: Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

Miserere (Salmo 50)

¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!

 ¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!

Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.

Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.
Por eso, será justa tu sentencia
y tu juicio será irreprochable;

yo soy culpable desde que nací;
pecador me concibió mi madre.

Tú amas la sinceridad del corazón
y me enseñas la sabiduría en mi interior.
Purifícame con el hisopo y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Anúnciame el gozo y la alegría:
que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta tu vista de mis pecados
y borra todas mis culpas.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.

No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga:

yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,
y mi lengua anunciará tu justicia!

Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:

mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.

Trata bien a Sión por tu bondad;
reconstruye los muros de Jerusalén,

Entonces aceptarás los sacrificios rituales
-las oblaciones y los holocaustos–
y se ofrecerán novillos en tu altar.

Padre nuestro…
Ave Maria…
Gloria al Padre
(según las intenciones del Papa)

  • 15ª Estación Gloriosa Mariana

Jesús, Hijo del Padre, resucitando de entre los muertos, se aparece a la Virgen santa que, entre lágrimas y ayuno, espera ver a su Hijo retornar a la fuerza y la belleza.

Alabanza, honor y gloria a ti, Señor Jesús, «Cristo, Hijo del Dios viviente, presencia tangible del Padre descendida sobre la tierra, venga tu Reino glorioso, venga tu Reino glorioso, venga tu Reino glorioso. Amén».
«…Hija amada, todo el universo queda maravillado ante la explosión de purísimo y potente Amor vertido en el sepulcro e irradiado desde él. Que todo ser viviente contemple y viva en silencio el momento glorioso de mi ascensión al Padre.
¡Tu Jesús regresa a sus cielos!… No os dejaré huérfanos, os lo dije, ¡porque he deseado desvelaros los secretos profundos de mi sagrado corazón! Puedes comprender qué son los Sacramentos y entre ellos resplandece como el sol la Eucaristía, mi Cuerpo y Sangre…
Yo estoy realmente en ti cuando me recibes… Como ayer, también hoy, desde mis cielos regreso para sentarme en los cielos de vuestro corazón. ¡Oh, si fueran más sublimes, cuán feliz sería la «Madre!»» (noche del 11-12.4.98).

Invocaciones
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos.
Amén